Como Casares, mi pesadilla continúa... no sólo continúa sino que es constante, como un laberinto en el que te divertís las primeras horas, pero al no encontrar salida te desesperás y llegás al punto más cercano a la verdad: la resignación; es que hasta que uno se resigna es capaz de ver las cosas como son y no como las ves, es capaz uno de soltar las apariencias en el drenaje y poner la cara, es capaz uno de rebajarse y, a veces, hasta denigrarse, cosas que no suceden cuando uno se anda con normalismos cotidianos vespertinos.
En apariencia mi error es uno, pero en realidad mi error es otro: el inicio. Errar no significa equivocarse, pero a mi me sucedieron ambas cosas, o sea, no me sucedieron las sucedí. No sucede siempre, pero cuando sucede, sucede del modo grosero y eso de sentirme bien siempre, a mi (y creo que a todas las personas que conozco) jamás me sucede.
Mientras el té se enfría yo tengo la mirada fija más encontrada que nunca y me doy cuenta que no es té sino café el que ha logrado filtrarse en mi organismo y que prontamente desecharé, pero ahora ya no importa, ya todo lo hago por dignidad, hasta los errores que cometo.
No es mediocridad sino cansancio, no es lo mismo cobrar por los desvelos y obtener a cambio el placer que sólo obtener el placer y un orgullo imaginario porque al final todos son capaces de razonar y pensar lo mismo que vos, entonces ¿para qué el esfuerzo si no me hace único o si al final la meta quizás ni existe o me muera antes de saber cual es?, y no es que piense precipitadamente sólo soy realista y a los realistas nos llaman fatalistas o dramáticos o negativos o todas esas cosas juntas.
A mi un cristal me tapa la cara, ese es el problema y no es que no me importe la delincuencia, las muertes y esas cosas que se ven a diario en los noticieros (que raramente veo) y que se leen a diario en los periódicos o que se escuchan en las calles y quedan escondidas en los rumores por temor, es que si me importa, pero me importa más el que interrumpe mi lectura para decirme que no tiene comida, el que golpea el policía porque el hambre le movió a tomar una decisión precipitada, el que despierta parado bajo un poste de luz público, el que casi es atropellado y que en sus ojos puede verse el el miedo a morir a pesar de ser un indigente... Ese, ese tiene más prioridad para mí, porque ese no tiene amor y la falta de amor es un cuchillo.
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