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Canela

Como esa vez que me enamoré... él era más alto que yo, leíamos juntos -siempre leíamos el mismo libro, íbamos por la misma página: él leía sobre mi hombro y a mi no me molestaba, su respiración era imperceptible-, hablaba con él -porque él únicamente se dedicaba a escuchar-, estaba ahí cuando las lágrimas venían a visitarme y siempre me hacía sentir mejor con esos silbidos perfectos que ocasionaba el viento y con el canto de sus pájaros. Más que mágico, era real. Estaba siempre ahí esperando a que llegara, no venía a buscarme porque sabía que yo iría, sé que si hubiera faltado algún día el final se hubiera anticipado porque él acudiría a encontrarse conmigo sin saber dónde o cómo, pero sé que lo habría hecho, él era fuerte -el ser más fuerte que haya conocido jamás-; pero como era mayor que yo también se me adelantó en eso que conocemos como "muerte", no diré que no me dolió, que ya me acostumbre aunque transite el tiempo o como dicen "el pasado es pasado"  tampoco diré una frase trillada porque nada de eso es como de verdad uno se siente cuando pierde a alguien valioso, lo que se siente es impotencia es indescriptible porque es un sentimiento y esas cosas no pueden decirse, escribirse ni nada sólo sentirse y reflejarse tengan o no tengan justificación y con eso, creánme, es más que suficiente.
Por ahora, me basta con saber que sucedió y que jamás sucederá de nuevo, que estuvo ahí cuando pudo y que fuimos felices -aunque no lo dijo, espero que haya sido así-  y aunque desconozco el lugar de los árboles cuando los asesinan o simplemente, de edad, fallecen, sé que existen en este mundo con un fin y me alegra haber sido parte de su misión.


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